Roosevelt Avenue

Roosevelt Avenue, Jackson Heights, ocho menos diez de la mañana, María espera el tren R. A esta hora ya debería estar en la fábrica, pero ha dicho que hoy llegará tarde. Su cita es dentro de menos de una hora.

Aun tiene ese agrio sabor en su boca y está mareada. Finalmente el tren llega y ella se ve empujada en su interior por la multitud. Logra agarrarse de uno de los pasamanos y siente la puerta justa y penosamente cerrarse contra su espalda.

Pero su mente no se encuentra en el vagón, está nerviosa y sus manos producen un frío sudor. Recuerda el día que conoció a José y lo maldice. Piensa en lo estúpida que fue, en como él le dijo que la amaba y que le ayudaría a conseguir la visa y en cómo ella inocentemente cayó en el engaño. Dos semanas más tarde la menstruación no llegó.

Aun no ha tenido el valor de contarle a su madre; este embarazo no deseado arruinará el futuro de sus hermanos. Ella lleva trabajando duro los últimos dos años para poderlos traer. Finalmente el tren se detiene y María forcejea para poder salir.

El lugar es humilde pero limpio y tiene un ambiente muy profesional. La enfermera la lleva al consultorio y le indica que se desnude y se ponga una bata verde. Se acuesta en una mesa fría y pegajosa.

El doctor entra y le da una sonrisa, le pregunta algunas cosas y le dice que se relaje.

Su corazón palpita rápidamente, ve como la enfermera le aplica la intravenosa, segundos mas tarde se siente tranquila, sus angustias ya no están allí.

Su mente es una nube, pero vívidamente llega a ella aquel sueño ya olvidado; ahora lo ve increíblemente real. Un ángel que dice llamarse Gabriel le habla: ella es la elegida. El sedante hace efecto, María cierra sus ojos y piensa en sus hermanos.